Por Matías Ordeix, socio del Club de Ejecutivos del Paraguay
Cuán miopes somos muchas veces quienes estamos en nuestra zona de confort. Cuán torpes debemos ser para no ver que la realidad de la mayoría es muy distinta a nuestra bonanza. Y qué egoístas somos si no ayudamos a los que menos tienen a tan siquiera tener esperanza. Resultado
El Paraguay somos todos, quienes hemos nacido en esta tierra, los inmigrantes o los que están de paso unos años. Aquel que habita esta fértil y próspera tierra guaraní debe comprometerse con este hermoso todo, y muy duro para muchos. Basta de mezquindad, de decir “pero no es mi culpa” o “esto no me corresponde”. La solidaridad o el preocuparse por el conciudadano vulnerable es también nuestra responsabilidad.
Pues claro, es muy fácil, que quienes hemos tenido la buenaventura del amor en nuestro seno familiar, salud a pleno y educación privada con acceso a la universidad podamos llevar una buena vida. Obviamente es más sencillo de este modo crecer laboralmente (sin dejar de lado el sacrificio, si queremos sobresalir) y lograr un buen pasar. Pero esta fortuna le toca solo a una pequeña minoría en nuestra bendita nación.
El empresario (de la vieja escuela) cree que es un Rey porque genera puestos de empleo, y debe ser venerado por tal. Gran equivocación viejo amigo. El empresario crea puestos de trabajo (muy bien por ello) pero hace crecer sus bolsillos. El trabajo es dignificación, y bienvenido sea, pero no es todo compañero.
Debemos de una vez por todas darnos cuenta que, en una sociedad tan desigual, con tanta pobreza, el empresario además de generar empleo (que repito, es loable) debe incidir más fuertemente en la sociedad. Ojo, no cofundamos esto con lucha de clases o populismo. Me refiero a que para que nuestros negocios sean sostenibles en el tiempo todos nuestros stakeholders deben ser tomados en cuenta.
Pues ya lo decía Stephan Schmidheny: “No hay empresas exitosas en sociedades fracasadas”. Entonces no solo debemos generar empleo, sino preocuparnos primeramente por esa gente a quien contratamos. ¿Está a gusto con su sueldo, puedo pagarle más, podré incluirle algún beneficio adicional, podré ayudarle a pagar sus estudios?, son preguntas que deberemos realmente hacernos. Que mejor que tener colaboradores felices, sin duda ellos nos retribuirán con más esfuerzo y compromiso (parece obvio, pero quizás todavía solo 1 de cada 100 empresarios en Paraguay así lo entienden).
Y qué pasa con el resto de la sociedad, nuestro entorno principalmente. Dónde estudian los hijos de nuestros colaboradores (quizás futuros empleados de nuestra empresa), dónde juegan. Será que puedo de algún modo ayudar a la escuelita del barrio, o colaborar con la limpieza y mantenimiento de la plaza. ¿Y nuestros proveedores, respetan las normas legales?, ¿no será que los chicos que trabajan como asistentes de reparto son menores y no se les paga el sueldo mínimo? ¿No soy corresponsable de esa penosa situación?
Volviendo nuevamente al principio, entonces, ¿no soy yo parte de la triste realidad que viven muchos paraguayos? Por supuesto que sí. No son solamente nuestros deficientes y corruptos gobernantes los responsables del país. Yo soy responsable también de mejorar la sociedad.
Los stakeholders no son solo mi junta directiva y accionistas, es mi equipo de trabajo, mis proveedores y clientes, y el resto del entorno que me rodea. Es hora de ver más allá de la puerta de mi oficina, es hora de impactar positivamente en la sociedad. El empresario con visión de futuro entiende que un negocio rentable y perdurable en el tiempo solo se construirá con una clara estrategia de sostenibilidad. Porque el Paraguay se construye entre todos.
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